La afirmación “fumar perjudica seriamente a la salud” es totalmente cierta, pero incompleta. Lo que supone un gravísimo peligro para la salud es el consumo de nicotina, sea cual sea su vía de entrada al organismo. Es por ello que, con motivo del Día Mundial sin Tabaco, celebrado el pasado 31 de mayo desde 1987 convocado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) se ha manifestado en contra del tabaquismo en todas sus formas. En concreto, advirtió que es un factor potenciador de riesgo cardiovascular, inductor y causante de gran cantidad de patologías crónicas y tumorales. Además, coincidiendo con esta efeméride, ha presentado públicamente el documento de consenso sobre tabaquismo y riesgo vascular, elaborado y firmado por la SEMI, la Sociedad Española de Hipertensión y las Sociedad de Hipertensión Arterial y Riesgo Cardiovascular de 12 comunidades autónomas.
En nuestro país,
- El 22 % de la población mayor de edad afirma fuma a diario
- El 2 % ocasionalmente
- El 25 % se declara exfumador.
- Por otra parte, el 51 % se declara no fumador, siendo esto más frecuente en mujeres a partir de los 75 años.
Según cifras del Ministerio de Sanidad,
- <c<cerca de una cuarta parte de los hombres son fumadores habituales, frente a casi un 18 % de las mujeres.
- Sin embargo, en el rango de edad de entre 15 y 25 años, las mujeres fuman igual o más que los hombres.
La buena noticia es que, según datos de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), en nuestro país la prevalencia de fumadores está descendiendo. Sin embargo, al menos el 40 % de los que fuman a diario, pese ser conscientes de los peligros que supone el tabaco, no quiere o no puede dejarlo.
Esto se explica en gran parte porque el tabaquismo es una enfermedad crónica, adictiva y recidivante por su tendencia a reaparecer, no simplemente un mal hábito. Según la OMS es un trastorno mental y de comportamiento provocado por la adicción al tabaco debida a, principalmente, la presencia de nicotina en su composición. Es por ello que “desde la SEMI estamos posicionados frontalmente contra el tabaquismo. Hay que luchar frente a éste desde todos los ángulos posibles. El problema es complejo, requiere un enfoque preventivo y multidisciplinar”, declaró el Dr. Luis Castilla, coordinador del grupo de trabajo de Riesgo Vascular de SEMI. Además, hay que tener en cuenta que el tabaquismo no solo implica el tabaco de combustión, sino también otros productos alternativos como los cigarrillos electrónicos o vapeadores, no exentos de riesgo. "Hay que vigilar y legislar para que los vapeadores no sean la puerta de entrada al tabaquismo en los jóvenes”, continuó el miembro de la SEMI.
Dado el grave problema de salud que representa el tabaquismo, las sociedades científicas que reúnen a la mayoría de los médicos internistas de España han presentado recientemente el documento de consenso sobre tabaquismo y riesgo vascular. De él se extrae la conclusión de que el tabaquismo es un factor potenciador del riesgo cardiovascular, al ser un agente patógeno para el desarrollo de arteriosclerosis, sustrato básico común de la enfermedad cardiovascular y la principal causa de muerte prevenible en el mundo. Está íntimamente ligado al desarrollo de cardiopatía isquémica, el ictus y la arteriopatía periférica.
Concretamente, el tabaquismo incrementa de forma significativa el riesgo de infarto de miocardio y muerte por cardiopatía isquémica, en especial en varones mayores de 45 años. Esta patología es la responsable del 35,7% del riesgo total atribuible de infarto y del 18,9% de todos los ictus. Además, la prevalencia de tabaquismo es mayor en adultos jóvenes que habían sufrido un infarto no fatal y el riesgo de infarto en fumadores menores de 50 años es más de cinco veces mayor que en no fumadores.
El riesgo asociado al tabaquismo se incrementa de forma lineal con el número de cigarrillos fumados por día y con el tiempo de exposición; y con la coexistencia de otros factores de riesgo como hipertensión arterial y dislipidemia, lo que multiplica el riesgo cardiovascular hasta por 16 veces.
También el tabaquismo pasivo se ha asociado con un aumento del riesgo proporcional al grado y duración de la exposición. Durante la combustión del tabaco se liberan más de 4.000 sustancias tóxicas, que inducen estrés oxidativo, disfunción endotelial, alteraciones en el perfil lipídico e inflamación crónica de bajo grado, que conducen a la aterosclerosis y enfermedad cardiovascular. La nicotina, el monóxido de carbono y el cadmio alteran los mecanismos de regulación de la presión arterial y contribuyen al desarrollo y mantenimiento de la hipertensión arterial, especialmente, en sus formas más graves, como la hipertensión arterial vasculorrenal, además de disminuir los efectos de betabloqueantes para controlarla. Asimismo, el tabaquismo conlleva riesgo de enfermedades pulmonares crónicas como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y cánceres de pulmón, genitales femeninos, laringe, orofaringe, vejiga, boca, esófago, estómago, hígado y vías biliares. En las mujeres fumadoras de más de 35 años, deben evitarse los anticonceptivos orales combinados, por el riesgo de tromboembolismo. La buena noticia es que, en términos de salud cardiovascular, si la persona consigue abandonar el tabaco, el beneficio es importante y rápido, ya que se produce una reducción significativa del riesgo cardiovascular que puede igualarse al de los no fumadores tras varios años de abstinencia.
Además de hacer un recorrido por las consecuencias que el tabaquismo puede tener sobre la salud cardiovascular de los fumadores, el documento de consenso también aporta medidas y estrategias para conseguir la deshabituación tabáquica. En él se recoge que la primera actuación que todo profesional médico ha de realizar cuando a su consulta acude un fumador es ofrecerle siempre es coste-efectivo, aunque puede ser más efectivo a largo que a corto plazo. A continuación, si la persona ha manifestado su deseo de abandonar el tabaco, se le deberá valorar: su dependencia física a la nicotina (test de Fagerström), la dependencia social y psicológica (test de Glover Nilsson), su grado de motivación para abandonar el hábito (test de Richmond), las probabilidades de éxito de las terapias (test de Henri- Mondor y Michael-Fiore) y la etapa evolutiva del cambio de conducta (Prochaska y DiClementi).
Para aquellos que, aun deseándolo, no consiguen dejar de fumar, quizás una estrategia basada en la gestión del daño por tabaquismo y apoyada en productos con ausencia de combustión con el cambio total a productos sin humo, podría ser una alternativa menos peligrosa para la salud que seguir fumando. Esto ha ocurrido en Suecia, el primer país europeo libre de humo con un 4,8 % de fumadores de combustión y con una reducción del cáncer de pulmón en las últimas décadas del 43%.